domingo, 16 de septiembre de 2007

Relatos en espiga.Cuentos del Grupo Guajana


El cuento, en tanto género, es hermano no idéntico de la poesía; y acaso sea su origen. Los poetas suelen a cultivar tan difícil arte de manera complementaria. En nuestras letras abundan amplios ejemplos y, en las letras hispanas, sería ocioso citar nombres. El Grupo Guajana no ha sido excepción.

La presente selección ha sido hecha con el propósito de examinar otro aspecto de la obra creativa de este grupo de escritores de los años sesenta. En la revista, en su primer número, aparece Wenceslao Serra Deliz como el primero en publicar un cuento; contribuirá con otro varios años después, Juan E. Mestas, poeta y cuentista, quien colabora con dos muestras excelentes y publica uno en la desaparecida revista Zona de Carga y Descarga. Andrés Castro Ríos tiene el suyo en el último número de la revista. Su libro se titula Libro de relatos, que él creía perdido, pues no lo consiguió cuando conversamos hace años sobre este proyecto. Pienso que murió pensándolo perdido. Gracias a la gentileza de su viuda, Luz Milagros Soto, se ha recobrado el manuscrito. Los demás poetas del grupo publicaron en otros medios y en periódicos, o mantuvieron sus trabajos inéditos hasta el presente.

En libros, sólo Ramón Felipe Medina publica un tomo, Prodigio del tiempo, en 1977. José Manuel Torres Santiago tiene Pájaros migrantes y otros cuentos en espera de editor. Los demás poetas tienen sus cuentos sueltos en proceso de organizarlos. De los fallecidos, hasta donde hemos podido investigar, la muestra que ofrecemos es todo lo que hay. Investigación que hicimos en la biblioteca y hemeroteca puertorriqueña de la Universidad de Puerto Rico, en el Seminario Federico de Onís de la misma institución y en nuestra biblioteca personal. El título de la colección alude a la imagen del icono guajana, espiga de la caña de azúcar, y, desde luego, a la idea de espigar o seleccionar.

En la generación del 60 hace falta examinar la labor narrativa de los poetas afiliados a las revistas hermanas de Guajana como Mester y Palestra, así como de los escritores independientes del período. Esperamos que los lectores disfruten de este despliegue narrativo, a mi entender sumamente refrescante y moderno.

Agradezco la colaboración en esta empresa de Marisa Rosado, Gache Franco, Omar Orrusti, José (Pipo) Yglesias, José Manuel Torres Santiago, Wenceslao Serra Deliz, Marcos Rodríguez-Frese, Ramón Felipe Medina, Andrés Castro Ríos (q.e.p.d.), Edgardo López Ferrer, Juan Sáez Burgos (q.e.p.d.), el Dr. Marcelino Canino, Juan Mestas y, por supuesto, la de Vicente Rodríguez Nietzsche.

Club de perdedores de Reynaldo Marcos Padua



La presente colección recoge de manera actualizada un libro de narrativa que su autor llamó en un momento Cuentos crueles y que ahora sirve de subtítulo a este grupo. El autor es novelista, poeta y cuentista de la generación del 70. Se inicia publicando poemas en la revista Ventana y luego En el país de los tuertos (1977-80) donde publicó cuentos, poemas y ensayos.


En esta colección, su autor hace uso del humor, la ironía, la sátira y el patetismo para dar unos cuadros de situaciones interpretativas de la sociedad puertorriqueña de poco antes de finales del siglo XX e inicios del presente. Dice el autor en su prólogo:


Este libro de cuentos es fruto de varias décadas; una porción sustancial de mi vida. A partir del inicio de los años setenta, ya estudiante universitario, tomé en serio una afición que había iniciado de niño. Con mejores lecturas y mayor rigor, quería publicar un libro que anuncié varias veces con el título de “cuentos crueles”, tomado del escritor francés Villiers.

El manuscrito original lo perdí, lo quemé, no recuerdo. Lo restante es todo cuanto sobrevivió guardado en un libro (ajeno a mi voluntad) o publicados en revista o por la generosa dación de un antiguo profesor, hoy buen amigo, quien guardó una copia que le había dedicado entonces (El homenaje).

Motivado por la curiosa aparición de una copia de un viejo cuento en un libro (El alquimista) me di a la tarea de reunir los publicados, revisarlos y, en otras reconstruirlos, pues recordaba más o menos la anécdota, (Culpitrán líquido, El hombre más feliz de esta tierra). Una cosa trajo otra, es decir, la invención de nuevas historias se me impuso, pese a que me suponía no apto para la narración corta, acostumbrado a la práctica de la novela.

El resultado hoy me ha parecido significativo y aceptable como para compartirlo con otros. Es esta la razón de imprimir este texto. Creo que puede revelarnos algo del Puerto Rico de los últimos tiempos.

Sería interesante, si no me pareciera narcisista, contar cómo han surgido los que compuse a partir de fines del 99. Pero aquí no es lugar para tales confidencias. El que da título al grupo se pensó, originalmente, como novela. Otros, a fin de cuentas, han sido producto de algún sueño, o de un vago recuerdo, alguna noticia de periódico o de la pura y absoluta voluntad creativa.
Espero encuentren en todos alguna moraleja, pues de 'exemplos' quizá mejor se trate, según las expectativas de los antiguos cuenteros y fabulistas.

El envés de la frontera



El envés de la frontera es una colección de cuentos cuyo tema unificador es la muerte. Los cuentos recogen una gama temática que va desde la muerte física, la muerte de la conciencia histórica y de la identidad nacional, mediante la asimilación política hasta el cambio político, cultural e idiomático; la muerte de los principios morales, personales, entre otros. Aborda el cuestionamiento de la razón de ser ante la amenaza de desintegración de la conciencia individual y colectiva.

La autora de la novela El umbral del tiempo, retoma aquí los temas históricos, pero también asoma a la cotidianidad. Como narradora de los setenta, Maldonado incursiona en el tema político-histórico: Tato Albizu, Leroi de Lamerde y Carta a doña Fela, El primer día de la historia, con ópticas distintas, la sátira, el relato evocativo o el directamente cinemático y esclarecedor. El tema de la música: Sus ojos se cerraron, sobre Carlos Gardel, o Ho capito che ti amo, sobre el cantante italiano suicida de los años sesenta, Luiggi Tenco. Los temas directamente relacionados con la cotidianidad se relatan en El fugitivo, La gan mole, La nche que los coquíes callaron, Viaje al olvido. Particularmente entrados en el tema de la muerte figuran el que da título a la colección y el magistralemnte logrado Una lágrima se evapora. Luna de medianía es del tema mortuorio sobre el caso de Adolfina Villanueva, asesinada ya hace años en un desahucio a manos de la uniformada y que ha inspirado a más de un autor nuestro por su desgarrador asunto temático. Todas estas narraciones demuestran un maneja de las técnicas narrativas y dominio firme del lenguaje como han visto quienes hayan leído su novela.

Con esta colección de cuentos la editorial Los libros de la Iguana lanza la narrativa de una escritora tenaz en su empeño, talentosa y lograda como fabuladora de nuestros aconteceres nacionales y, a la par, creadora de un mundo particular que su estilo personal configura de manera singular y de indudable logro artístico.

Margarita Maldonado Colón, toabajeña nacida en Bayamón, Puerto Rico. Posee una Maestría en Artes de la Universidad de Puerto Rico con concentración en Estudios Hispánicos. Su cuento El primer día de la historia fue premiado por el Ateneo de Puerto Rico en 1998 en el certamen celebrado en conmemoración del centenario de la invasión americana a Puerto Rico. Publica El umbral del Tiempo en agosto de 2005, novela premiada por el PEN Club de Puerto Rico ese mismo año. Tiene varias novelas inéditas, La tierra de los muertos, Historieta de amor y El tiempo del umbral, continuación de su novela publicada.


El envés de la frontera
por Margarita Maldonado Colón

Ocurrió justo cuando traspasó una barrera de sonido semejante a estallido de cristales. Un leve fulgor opacó sus ojos por un segundo. Miró por el retrovisor y vio la carretera alargándose tras de sí. Miró también hacia el lado y el paisaje lucía límpido, con el sol mañanero de las siete iluminándolo todo con una suave luz. Hacia el frente, la carretera se extendía al horizonte por la llanura donde se vislumbra el mar. El cielo, bien azul.

Bajó el cristal de la ventanilla para disfrutar el roce de la brisa en la cara. Aceleró y volvió a frenar ante el semáforo con luz roja. No vio nada anormal excepto que, ese día, a esa hora, a la hora del tapón infernal de todas las mañanas, no había automóviles en la vía pública desde que salió de su casa, como de costumbre, hacia el trabajo. Lo atribuyó a esas cosas raras que a veces pasan en el país, últimamente errático entre dimes y diretes de los que están al mando. Quizá la gente se molestó porque anunciaron una campaña de bloqueos en las carreteras para multar a quienes tengan aún pegados al cristal la ristra de marbetes de los últimos años. Parecía que la gente ¡al fin!, decidió hacer algo contra quienes la drenan, y declaró un boicot quedándose en casa. Buena idea, y ella quien siempre apoya todas esas iniciativas, no se enteró porque, a su vez, también decidió declararle un boicot a la prensa que siempre da realce a la demagogia de politiqueros de mentalidad pequeña que olvidan todo lo demás como si no pasara nada más en el universo. En fin, esas cavilaciones pasaban por su mente cuando recordó el sonido estridente de cristales astillados de unos minutos antes. Hizo memoria y recordó que en el preciso momento del estallido, vio un resplandor casi imperceptible que la cegó momentáneamente. Al no ver ninguna razón, le restó importancia al suceso y prosiguió.

Pronto notó cómo el paisaje cambiaba paulatinamente a medida que avanzaba; ya no lucía tan nítido como minutos antes. El árbol frondoso y verde hasta ayer, estaba deshojado, seco y sus ramas simulaban una garra arañando el cielo densamente nublado. Las nubes, en movimiento lento y constante, se fueron aglutinando en un punto lejano en el horizonte formando un conglomerado. Allí un rayo partió en dos el paisaje. Hay tempestad otra vez, pensó. El clima está bien impredecible. Un día, sol tropical, azul y verde por todas partes y otro, negro y tempestuoso; últimamente más tempestuoso que soleado. Hoy mismo... salí de casa con una mañana preciosa y ahora mírame aquí en esta casi noche prematura. El tan cacareado calentamiento global... Un día de estos estalla el globo y los responsables tendrán que ponerse su riqueza en... Si es que en el más allá les puede servir para algo...

Siguió por la carretera ahora larga y recta, hacia su trabajo. Observó ausencia de transeúntes, como antes la de automovilistas. Raro... El país está errático, qué más se puede esperar. Bien estamos con todas las cosas que suceden...

En el siguiente semáforo dobló a la izquierda, pasó el puente y avistó el agua del río en su ruta hacia la desembocadura allá en el horizonte. Parecía una enorme y larga boa plateada penetrando una oscura niebla. El agua reflejaba el color gris negruzco del cielo. Aceleró por la cuesta que sube al pueblo y fue entonces cuando percibió, vagando por las aceras, unos destellos parecidos a formas humanas ambiguas, de un extraño fulgor evanescente. De vez en cuando, alguien se entremezclaba con aquellas extrañas formas. Parpadeó varias veces para despejar la mirada. Parece que se avecina otro bajón de azúcar, pensó. Debo desayunar tan pronto llegue. Al pasar el museo, entró por la calle paralela a la plaza, dobló a izquierda por la lateral, nuevamente a izquierda y se estacionó frente a la iglesia.

Al bajar, miró como siempre, hacia la plaza y vio los faroles encendidos. El oscurecimiento prematuro puede deberse a un eclipse, reflexionó. Miró hacia arriba en busca de alguna señal. Sólo nubes y, de vez en cuando, unos destellos que surcaban aquel cielo que le parecía vivo. Seguidamente, fijó la mirada hacia la plaza y se inquietó al ver varias sombras deambulando por las aceras adoquinadas. Sintió un pavor que la sobrecogió y se alojó en el centro de su pecho como un turbión. Miró temerosa, de reojo, nuevamente, pero ¡ésas no son sombras o mejor dicho, son sombras al revés, o sea, sombras luminosas! Sin entender lo que pasaba, corrió despavorida hacia el edificio donde trabajaba, tropezó con una persona extrañamente vestida a la antigua, que casi la atropella a su paso, y entró intempestivamente. Se detuvo abruptamente. La sala de espera, ¡está ocupada por otras sombras luminosas!, ¡horror, Dios mío, ayúdame! ¿Qué me está pasando? Una persona, recostada en una esquina del salón, la miró con cierta compasión que no pudo explicarse. Entró corriendo en busca de sus compañeros para advertirles y pedirles que la ayudaran. Atravesó la sala de espera, subió la escalera corriendo y se le viró un pie, se tambaleó, se apoyó con dolor, pero no se dejó caer.

El segundo piso estaba solitario. Olvidó que siempre es quien llega primero y no vio al conserje, el único que estaría allí a esa hora. Caminó cojeando y se recostó contra la pared de la pequeña oficina que ocupa diariamente. Observó la falta de iluminación en el ámbito. Se fue la luz y la planta eléctrica no funcionó. Pudo calibrar, bastante confundida y con palpitante sensación, el horror sentido unos segundos antes sin poder explicarse lo que estaba ocurriendo. Dios mío, ¿qué es esto? Y yo que creía que los fantasmas no existen. Si llegara alguien más... No se atrevía salir. Se sentía acorralada. De pronto vio, una de aquellas figuras subir por la escalera y penetrar en el recinto. Aterrada, corrió y se encerró en su oficina. Trató de no hacer ruido y pasar inadvertida. Se asomó por el cristal, a manera de ventanilla, para ver hacia el pasillo. Nada. La figura siguió su trajín, ajena a su presencia. Parecía la silueta distorsionada de un hombre. Ahora estaba detenido, semi inclinado hacia el frente, haciendo unos movimientos rítmicos con los brazos hacia delante y hacia atrás y, a ratos, daba dos o tres pasos hacia los lados o hacia atrás y hacia delante. Encontró alguna semejanza con la rutina mañanera del conserje. ¡Pero, si esa silueta se parece a Vidal! Temblaba desde su esquina, sin comprender nada. La figura resplandecía a ratos y a veces casi se desvanecía. Ella se estrujaba los ojos para aclarar la visión, temiendo algún problema oftalmológico. Debe ser el azúcar... Volvía a asomarse a la ventanilla para atisbar y se repetía el mismo patrón. Se acuclilló encogida contra la pared de la pequeña oficina y rodeó sus piernas con sus brazos en una posición parecida a la fetal, en un intento de auto protección o de ocultamiento. Allí se dejaría morir si era necesario, antes de volver a pasar por entre las siluetas. Allí la encontrarían sus compañeros cuando la echaran de menos. Allí la vendrían a buscar los paramédicos cuando reportaran que estaba alucinando.

Estuvo breves minutos con los ojos cerrados apretadamente en aquel estado cuando oyó que abrían la puerta. Sintió un desvanecimiento acompañado de un frío súbito que le bajaba al estómago, al mismo tiempo que se le erizaban todos los vellos del cuerpo cuando vio ¡al fantasma! entrar a la oficina haciendo los sinuosos movimientos que notó antes. Como activada por un resorte, saltó y quedó parada poniendo en acción sus adoloridos pies para correr hacia la escalera y bajar entre las incandescentes sombras que subían haciendo extraños movimientos con unas especie de falanges parecidas a brazos. Atravesó de nuevo la sala de recepción en el intento de salir a la calle. La cruzó velozmente y, casi sin respiración, se detuvo un breve momento frente al auto para recuperar su aliento. Vio que por la plaza iluminada por los faroles en aquella inusitada noche prematura había varias personas sentadas en los bancos y otras paseando. Las extrañas sombras luminosas se entremezclaban con las personas. Le pareció reconocer a un hombre que la saludaba desde el banco donde estaba sentado y trató de recordarlo, pero no estaba segura; creyó que se trataba de alguien muerto tiempo antes. Posiblemente la información sobre tal deceso era incorrecta. Intentó abrir la puerta del auto para escapar de aquel lugar y de aquella situación inverosímil. ¡El mundo acabó por volverse loco! De pronto, se le enfrió el alma: una mano se posó sobre su hombro. Giró y vio, incrédula, que la mano pertenecía a su abuela; a su abuela que para ese momento debería tener, ¿Cuánto? ¿120 años? La miró, incrédula, de arriba abajo. La anciana, de cara bondadosa y sonrisa condescendiente la miraba con un raro fulgor en los ojos. ¡Abuela! ¡No puede ser! ¿Qué haces aquí? Ella la miró con pena, comprensiva, y le dijo: Ven, adonde vas no necesitas el carro, caminemos. Sintió una tranquilidad infinita. Ya no importaban las figuras espectrales. Abuela está aquí conmigo. No estoy sola. Tomó el brazo que le ofrecía la anciana y se dejó guiar. Te esperan, llegó tu hora, dijo. Caminemos, sugirió. Caminaron frente a la iglesia, doblaron a la izquierda calle abajo, bajaron la cuesta para salir del pueblo, llegaron al puente y se detuvieron allí a contemplar la boa plateada que fluía hacia la desembocadura en el horizonte. La abuela movió ligeramente el brazo para indicarle que ya debían continuar. Caminaron hasta la carretera y, en el semáforo, giraron a mano izquierda para seguir la vía que las conduciría a aquel horizonte espectacular de enormes nubes negras en constante movimiento centrífugo, y siguieron en recta ruta hasta que se perdieron en aquella vorágine que se tragaba al río, al camino y a ellas, como un hoyo negro que engulle el universo quién sabe si para reciclarlo.

Margarita Maldonado y El umbral del tiempo



Margarita Maldonado Colón publicó en 2005 su novela El umbral del tiempo. La autora nació en Bayamón, Puerto Rico. Es Maestro en Artes de la UPR en Río Piedras del Departamento de Estudios Hispánicos. Su tesis, aún inédita, hecha de fuentes primarias, le valió elogios y calificación de sobresaliente: El mundo del azúcar y el drama de una confrontación, estudio sociológico de la novela Garduña de Manuel Zeno Gandía. Su cuento, El primer día de la historia, fue premiado por el Ateneo Puertorriqueño en el certamen de conmemoración del centenario de la invasión americana en Puerto Rico. Ver su página




El umbral del tiempo es una narración apasionante que suscita en el lector la curiosidad del suspense. Ambientada en el momento actual, recoge en la voz de la narradora y personaje principal, Aurora, una artista gráfica, unas vivencias que son, sin duda, extrañas; revela cierto vínculo con la literatura fantástica y hasta de ficción científica. Sin embargo, la autenticidad de la narración se mantiene dentro del plano de lo posible y cotidiano.


Por otro lado, el personaje masculino Inabón, proviene del pasado (s. XIX) a través de un "umbral" o pasadizo temporal, y se inserta en el mundo del s. XX (mediados de la década del 70). Es de una esquisitez ejemplar; en el flujo narrativo representa la otra otra versión de los hechos, escindidos en dos mitades Aurora/Inabón: versión femenina y masculina, que se complementan en la interpretación de los hechos. Es una gran pequeña novela de la ciudad con trasfondo histórico, típico de muchos narradores de los 70, narrada en un lenguaje preciso y artístico de gran fuerza imaginativa en la interpretación del pasado histórico puertorriqueño, así como del presente.


La novela ya se estudia en universidades de la Isla y de Estados Unidos. Ganadora del premio de novela del 2005 del PEN CLUB de Puerto Rico. Ya está en prensa su 3ra. edición. Distribuida en Borders de Puerto Rico y las librerías Universitas, Mágica y Tertulia de Río Piedras. La autora tiene un libro inédito de cuentos El envés de la frontera; también la novela La tierra de los muertos (inédita) y la continuación de El umbral del tiempo: El tiempo del umbral, trabajo en progreso.


Reynaldo Marcos Padua


Poema

Armagedón
por Reynaldo Marcos Padua

La destrucción ya en pleno,
hundidos para siempre
con un norte que no obedece brújula
¿En dónde Humanidad has de guardar
tu raída esperanza?
¿Quién ahora?
¿Qué dios?

Como un video que pasan
tu triste historia escenifica muerte desolación
a cada punto cardinal de todo.
Nacimientos y muertes,
tragedias y amoríos fallidos,
el envejecimiento enfermedades
maldad ilimitada y sin consuelo
son esa trama burda del absurdo.
Hemos hecho muy buen ensayo
en todos los milenios
del temido lugar llamado infierno.
De algún momento a otro la función empieza.

Bienvenidos


Bienvenidos al blog del escritor y profesor universitario
Reynaldo Marcos Padua.


Es profesor de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, en Cayey. Autor de Guajana y tres poetas de la generación del 60: Vicente Rodríguez Nietzche, Andrés Castro Ríos y José Manuel Torres Santiago. Ha publicado en diversas revistas y periódicos del país y del extrajero. Escribió crítica literaria para El Boletín de la Sociedad de Autores Puertorriqueños durante los años setenta y para En Rojo/Claridad. Fue co-fundador y co-director de la revista En el país de los tuertos en la década del 70. Sus versos han aparecido en Claridad, Sin Nombre, Ventana, Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Revista Cupey, El Mundo y otras. Ha publicado varios libros de poemas entre ellos El universo de cinco patas. Universo, El libro del buen amor, Menester de poesía. Ha escrito tres novelas, Welcome to the ay-land of the Piña Colada, dos de ellas inéditas, Nueva canción de nostalgia premio Ateneo Puertorriqueño (1983) y Aguila Blanca (1999). Publica el tomo de cuentos Club de perdedores en 2007. Ha recibido premios del Ateneo Puertorriqueño, del Instituto de Literatura Puertorriqueña, y del Pen Club de Puerto Rico. Tiene actualmente publicados varios poemarios en la internet cuyos títulos son: El signo de los tiempos http://marcos_pad.tripod.com/ , Universohttp://marcos_pad.tripod.com/universo92/index.htm y el Ancla varada http://marcos_pad.tripod.com/indexancla.htm.